DECORACIÓN

Santa Cosa: las hermanas Handrich rescatan (y ponen a punto) objetos de ayer para elevar las mesas de hoy

El proyecto de Marta y Blanca surgió, cómo no, durante una sobremesa
Marta con camisa de Moschino a la venta en El Vestidor Vintage cors de Rxquette pantalón de Arket y collar de Marfil...
Marta, con camisa de Moschino a la venta en El Vestidor Vintage, corsé de Rxquette, pantalón de Arket y collar de Marfil 1978; Blanca, con camisa de Loewe vía El Vestidor Vintage y pantalón de COS.Andrea Savall

Es bien sabido que las sobremesas dan para mucho. Las familiares, más. Juegos de mesa, festival de anécdotas, algún reproche. En el caso de las hermanas Marta y Blanca Handrich, antes de levantarse de la silla en la última Navidad, tenían un proyecto común: Santa Cosa. En realidad, es el segundo (dirigen una agencia boutique de servicios de comunicación), pero el primero que hacen por placer, y punto. “Estábamos en casa de nuestra madre. Yo siempre ando rebuscando en sus armarios para llevarme cualquier cosa de menaje que ella ya no utilice. Blanca pensó que sería de lo más divertido poder salir juntas a buscar tesoros y darles una nueva vida. Muchas veces la gente no se anima con la decoración vintage porque suele verla en ambientes que no le representan y le cuesta imaginar esas piezas en una casa del siglo XXI. Era un reto interesante y sostenible. ¡Dicho y hecho! Ese mismo lunes ya estábamos en Instagram”, expresa la benjamina, a lo que su hermana mayor suma: “Definimos el tipo de objetos y el estilo, y nos lanzamos. Creo que el conocimiento de Marta de las tendencias es fundamental, porque sabe qué va a gustar. Nunca hubiera pensado que venderíamos tantas hueveras o mantequilleras”.

Bandeja de inox de los 80 a la venta en Santa Cosa, juego de café y vajilla de La Cartuja de Sevilla, de Marta, y flores de Ócrea Flower Shop.Andrea Savall

Este tipo de elementos evocan a otra época y disfrutan de un estado de gracia en la era de las redes sociales a raíz del omnipresente estilo coquette y el imaginario de los cisnes de Capote, de actualidad por la nueva entrega de la serie Feud. La mayoría son de acero inoxidable, alpaca o plata, materiales “sinónimo de buena mesa”, como matiza Marta. Pero por encima de estas santas cosas hay un mandamiento: la funcionalidad. “Todo lo que seleccionamos debe tener una utilidad cotidiana, no ser un mero objeto decorativo. Por eso no vendemos cuadros. Nuestro objetivo es que cada pequeña acción diaria sea especial. Tienes que comer todos los días, así que es mucho mejor hacerlo en un plato bonito. Del mismo modo que si vas a lavarte las manos es más gratificante si coges la pastilla de jabón de una preciosa jabonera con forma de concha. Lujos cotidianos al alcance de todos”. Y así llegamos a otro eje vertebrador del proyecto. “Como este no es nuestro principal trabajo, podemos permitirnos el lujo de vender a precios muy asequibles. No aspiramos a ganar un margen enorme de cada pieza. Lo que queremos es concienciar y reivindicar la magia de estos objetos con historia”.

Blanca, la hermana mayor, con blusa de Valentino vía El Vestidor Vintage, fajín de Koahari y pantalones de Nakd.Andrea Savall
Licoreras alemanas de cristal opalino de los años 40 con copas a juego y otros artículos personales de Marta Handrich.Andrea Savall

Echando la vista atrás, ambas, de ascendencia alemana, coinciden en que Santa Cosa era casi una suerte de destino inevitable según su linaje. “Descendemos de una familia de mujeres. Nuestro padre falleció y crecimos con mi madre, que a su vez se había criado con sus tías”, relata Marta, que continúa: “Siempre hemos estado muy familiarizadas con la decoración, las antigüedades y la mesa. Pero como suele pasar, no es hasta que eres mayor cuando te das cuenta de que quizás eso que te ha rodeado no es lo usual en todas partes. Empiezas a interesarte y a preguntar de dónde salió tal cuadro, a quién perteneció tal mueble… y poco a poco descubres la historia de tu familia a través de esas cosas que van pasando de generación en generación y que, sin darte cuenta, acaban definiendo tu sensibilidad”.

Blanca, con copas de postre de acero inoxidable, a la venta en Santa Cosa.Andrea Savall

A Blanca no le constan antepasados que se hayan dedicado profesionalmente a las artes decorativas, pero recala en una tía que cantaba ópera a sus invitados u otras que tocaban el piano. A la pregunta de si es vital, pues, heredar ese capital para dominar “la buena mesa”, Marta responde con contundencia: “Recibir es un arte y, como en todas las artes, sí que hay algo innato que te hace tener más gracia. Pero confío mucho en la perseverancia y la disciplina, y pienso que si eres un buen observador puedes aprender a ser un magnífico anfitrión”. Su hermana, de algún modo, simplifica la receta: “Hay personas que te abren las puertas de su casa y te sientes recibido; que con una cebolla, un tomate, un poco de pasta y una botella de vino organizan una gran comida”.

Candelabros de plata disponibles en Santa Cosa.Andrea Savall
Marta, la benjamina de las Handrich, con vestido de 'tweed' de Lanvin a la venta en El Vestidor Vintage.Andrea Savall

La pasión por lo de siempre no es nueva para Marta. Como creadora de contenido, en los últimos diez años, su Instagram (supera los 80.000 seguidores) ha dado muestra de un estilo de vida altamente ligado a valores como la atemporalidad, la artesanía o la producción local. “Llevo muchos años siendo consumidora de moda vintage por el simple hecho de que considero que ya no se hacen las cosas como antes. Por otro lado, siento que todo lo que vemos en cualquier tienda de fast deco bebe de piezas icónicas de diseño. Así que ¿por qué tener en casa lo que puede conseguir todo el mundo si puedes recuperar piezas auténticas, más exclusivas y al mismo precio?”. Ella misma se da la réplica: “Comprar decoración de segunda mano es más nicho que cuando se trata de moda. Quizás, hasta que uno no se independiza no le pica el gusanillo”.

En la estantería de casa de Marta, sus objetos personales se alternan con los de Santa Cosa: juego de tazas de cristal de Bohemia y platos soperos de La Segoviana.Andrea Savall

Ellas, además del flechazo causado por estos objetos, disfrutan del proceso. Para dar con estos hallazgos de entre los años 40 y 90 del siglo XX, se infiltran en anticuarios, subastas, mercados, antiguos almacenes y, por supuesto, en Wallapop. “Lo que para muchos es un objeto anticuado e inservible para otros es un tesoro”, apunta Marta, que confiesa que se han “dejado las manos” lustrando plata: cada artículo que seleccionan se limpia, restaura y repara en caso de tener pequeños desperfectos. “Muchas cosas no han podido salir a la venta porque somos muy exigentes con lo que ofrecemos”, añaden. Además de este metal, en Santa Cosa se abren paso la porcelana, el mimbre, la loza, o el cristal de Murano. De este último material era la pieza con la que empezó todo: un centro de mesa en verde original de la Italia de los 60 del siglo pasado. En menos de 24 horas lo habían vendido. “Todo lo seleccionamos personalmente porque nos gusta y creemos que va a funcionar, por el momento no hay más estrategia”, resume Blanca mientras organiza las vacaciones del resto del año en torno a una lista de rastros que tienen en el punto de mira. ¿Próxima parada? Toulouse, Francia.

En primer plano, jarrón de Alvar Aalto con flores de Ócrea Flower Shop; al fondo, las bailarinas de Blanca, de Sita Murt.Andrea Savall

Así las cosas, estas hermanas han encontrado una nueva razón para pasar tiempo juntas. El siguiente paso es profesionalizarse con una tienda online, ya que a pocos meses de su lanzamiento, Instagram es su canal de venta. “Hasta ahora, todo ha sido un poco de andar por casa”, dicen con complicidad, “planeamos dar un salto cualitativo”. Y el experimento les ha llevado a grandes revelaciones, que pasa a explicar Blanca, con el aplomo propio de las hermanas mayores: “En estos meses hemos estado reflexionando sobre ciertas costumbres que se están perdiendo en los hogares, como los platos para el pan o las fuentes bien presentadas. Es cierto que la practicidad es muy importante, pero la realidad es que vamos siempre acelerados. Cuando te sientas en una mesa bonita es una oportunidad única para dedicar tiempo a conversar, a saborear los platos y, a fin de cuentas, a disfrutar”.