Análisis

Las Penélopes: ¿por qué seguimos esperando a que los hombres se decidan?

Desde ‘La Odisea’ hasta la actualidad (política): la lista de esperas es infinita
La espera Mafalda Patrício

Tendrían que pasar décadas hasta que una tarde triste y lluviosa llegase a reunir todas las piezas del puzle. Se proyectaba El amor, el “grande film” de Anna Magnani y Roberto Rossellini. Dos historias, la una nada que ver con la otra, protagonizadas por la actriz italiana que el director de cine adoraba, también más allá de lo puramente artístico. Fue la primera parte de la cinta, La voce umana, la que obsesionó a Almodóvar durante toda su carrera. Tanto que ya se podía intuir esta fascinación en Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988).

Años más tarde, el cineasta la adaptó de manera más fidedigna con una Tilda Swinton colgada de un iPhone en vez de un teléfono como en la original, pero la angustia era exactamente la misma.

Tilda Swinton, en 'La voz humana' (2021).ZUMAPRESS.com / Cordon Press

En aquella sala oscura, me cogió por sorpresa que en 1948 —el año en el que se rodó La voce umana, que a su vez se basaba en un texto escrito por el dramaturgo Jean Cocteau en 1930—, el tormento femenino ya estuviese ahí. Como si la desesperación causada por la espera y la incertidumbre fuesen emociones propias del mundo actual.

Tanto Magnani como Swinton —años antes, lo había hecho Sophia Lauren—, se ponían en la piel de una mujer desesperada, que haría lo que fuese necesario por volver con su amante. Un hombre inalcanzable, casi espectral, con el poder de manejar los tiempos y los hilos telefónicos a su antojo.

En la angustiante media hora de metraje, ellas esperan una llamada que no parece llegar nunca. Cuando llega, la angustia se convierte en ahogo y asfixia: él decide cuándo hablar y cuándo no. Mientras tanto, ella se debate entre ser paciente y mostrar su desasosiego porque lo importante es lo que siente y quiere él. “A lo largo de su vida, muchas mujeres heterosexuales se habrán encontrado a sí mismas esperando a que un hombre decida", adelanta la escritora y experta en comunicación Adriana Herreros, autora de uno de los tuits en los que se comparaba —de manera ingeniosa— la ausencia de cinco días de Pedro Sánchez con un movimiento habitual en una relación con dinámicas machistas. “Normalmente, se apela a frases como ‘es que estoy bloqueado’ o ‘no es el momento y creo que te decepcionaría’”, desarrolla Herreros.

Porque más allá de los debates de índole político propios de estos días, la ausencia de Pedro Sánchez ha generado otras discusiones colaterales en X, la red social en la que se plantean muchos de los análisis de la actualidad en clave pop. Y si las primeras reacciones comparaban al presidente del Gobierno con Mr. Darcy, tan romántico y “profundamente enamorado” como el personaje creado por Jane Austen para Orgullo y prejuicio; con el paso de los días, otros usuarios empezaron a hablar de este periodo de impasse como un movimiento de sobra conocido por todas.

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Un modus operandi que tampoco resulta novedoso. Penélope dedicó veinte años a esperar por Ulises. No a que él se decidiese, sino a que volviese de hacer sus cosas —luchar en la Guerra de Troya—, pero la prórroga no es algo que pertenezca únicamente a la Edad de Bronce: en pleno s. XX, cientos de miles de Penélopes esperaron a que sus maridos volviesen a casa durante horas —o años— y muchas otras aguardaron pacientemente a que estos acabasen de escribir el libro que los convertiría en autores reconocidos o en científicos destacados.

La propia Kate Middleton fue bautizada como ‘Waity Katie’ por la prensa británica; un juego de palabras que se podría traducir como ‘Esperadora Katie’. La royal esperó diez largos años —con dos rupturas de por medio— a que Guillermo decidiese pedirle matrimonio. Quién sabe si su aguante confirmaba lo que se esperaba de una futura reina: que Middleton dejaría sus deseos a un lado y sería tolerante, a pesar de la volubilidad del que sería su marido.

Quizás por eso, porque nos interpela a todas, Annie Ernaux dedicó gran parte de su literatura al delirio amoroso. En su libro Pura pasión (2022) escribió frases tan certeras y desgarradoras como esta. “A partir del mes de septiembre del año pasado, lo único que hice fue esperar a un hombre: que me llamara y que viniera a verme". Y muchas mujeres se sintieron reconocidas en estas palabras.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Y qué papel juega en esta dinámica la responsabilidad afectiva? Herreros sitúa el comienzo de esta desigualdad en la educación durante la infancia hasta la edad adulta. “No nos enseñan a ser responsables de igual modo y a nosotras nos resulta complicado desprendernos de nuestro rol de mujer cuidadora y complaciente, que deja a un lado sus intereses y necesidades. Por eso creo que es bueno identificar en qué tipo de relación estamos y qué papel estamos desempeñando”, sintetiza.

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Cada mes, cerca de 15.000 personas buscan las palabras “responsabilidad afectiva" en Google, pero Herreros no tiene claro que ”estemos teniendo las conversaciones necesarias y poniendo en palabras lo que queremos y necesitamos”. Es precisamente por esta grieta, la de la salud mental, por la que se cuelan muchas de las reclamaciones de poner el tiempo en pausa. Quienes ejercen este poder, ahora, incorporan la jerga terapéutica para justificar un acto que pone por encima sus emociones y necesidades sin tener en cuenta las de los demás. Y a las emociones hay que escucharlas, sí, lo que aún no tenemos claro es por qué unas son siempre más audibles (y relevantes) que las otras.


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